jueves, 9 de abril de 2020

NO ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO, ES LA VIDA.




¡Es la economía, estúpido! La frase que acuñó el jefe de campaña  de Bill Clinton le llevó en 1992 a la Casa Blanca frente a su opositor George Bush (padre), que alardeaba de patriotismo por los éxitos  de la política exterior por el fin de la guerra fría y  el conflicto del Golfo Pérsico. Aquello fue algo más que una frase; supuso el inicio de las políticas neoliberales modernas donde el Estado se quedaba en segunda fila del gasto público y le pegaba una patada hacia delante al sector privado para que hiciera y deshiciera a su antojo. Lo pagamos todos más tarde, en 2008, con la crisis financiera que habían provocado las entidades financieras y los fondos de inversión que se envenenaron con sus propios productos tóxicos. Sé que es un resumen muy simplista, pero en eso está la esencia de lo que nos pasa en esta crisis sanitaria.
Los gobiernos e instituciones de los países capitalistas están llegando tarde y con excesivo proteccionismo hacia los sectores financieros que sufrieron la crisis pasada.
  Trump ha tenido que ver como los muertos se amontonaban en frigoríficos en las calles de Nueva York para ser consciente de la pandemia a la que se enfrentaba y ordenar que la General Motors fabricase respiradores, además de soltar unos cuantos millones de dólares, que a lo mejor hubieran estado mejor empleados mucho antes para darles una buena sanidad pública a los norteamericanos, que se mueren en la calle porque no pueden pagar la cuenta millonaria de un hospital. Aquí, en Europa, nuestros gobernantes están más preocupados por la recuperación económica que por la de la salud de los ciudadanos y no son capaces de alcanzar un acuerdo para financiar conjuntamente (mutualizar la deuda le llaman) el coste de este virus para los europeos.
Está claro que en Europa hay países de primera y de segunda, no solo porque vayan a velocidades distintitas sino porque los que más tienen menos están dispuestos a ceder, no vaya a ser que se contaminen tan rápido como lo hace este coronavirus.
Algunos, los que son de segunda, tienen miedo a que vuelvan los “hombres de negro”  y que en el rescate perdamos nuestra identidad y hasta parte del territorio. No se quieren dar cuenta que lo que está en juego es la vida.
 En nuestro país costó llegar a la decisión de cerrar la actividad económica, la llamada no esencial. La ministra Calviño no lo veía claro hasta que entendió que la economía que defiende es secundaria frente a la salud.  Sin vida no hay economía.
Las medidas económicas que se han adoptado se han aplicado a cuentagotas para que las dosis fueran asumibles para los intereses económicos. Detrás de ellas habían unos científicos, a los que habíamos ninguneado con presupuestos de investigación escasos y que convencieron al gobierno de que o se paraba de golpe o se morían decenas de miles de ciudadanos. Ellos han sido los verdaderos artífices e impulsores de esas medidas, tomadas a costa de generar una recesión económica mayúscula.
Muchos tenemos familiares y amigos contagiados por el coronavirus, también los miembros del gobierno se han visto afectados. Los de este y los de todos los países , a lo mejor menos los de Holanda o Alemania, no lo sé, pero todos vemos cómo va a afectar esto a nuestro futuro más allá de la salud. Nada será lo mismo en nuestras vidas, pero dudo que, pasado el tiempo, los que rigen el destino económico del mundo aprendan la lección  y relativicen las primas de riesgo, primen el bienestar y la salud de los ciudadanos frente a la competencia de los mercados, acaben con los que no se solidarizan con los impuestos permitiendo que los eludan en paraísos fiscales y mantengan el estatus de  aquellos que siguen fabricando productos financieros tóxicos que acabarán , como el virus, contagiando a todos los ciudadanos.
Hay que dedicar todos los recursos, todos los esfuerzos a proteger a los ciudadanos: Los bancos, que fueron rescatados por todos nosotros, los fondos de inversión que se quedaron con las viviendas sociales de nuestro país, el dinero que atesoraron los corruptos que nos robaron, las empresas que están eximidas de pagar impuestos en nuestro país porque lo hacen desde Irlanda o los que simplemente defraudan a Hacienda o se instalan en paraísos fiscales, son los primeros que tienen que ponerse en la fila de los contribuyentes. Nosotros ya estamos en primera línea, lo venimos pagando con nuestros impuestos y ahora que el virus nos impide trabajar con normalidad a millones de autónomos, asalariados , pequeños y medianos empresarios, tenemos que reclamar con contundencia que los que nos gobiernan dejen de pensar primero en la economía. Ya remontaremos esta situación con nuestro esfuerzo y sería deseable que con la de todos los insolidarios.  Es nuestra salud la que está en juego. Es la vida estúpidos, también la vuestra ¿No lo veis?










miércoles, 1 de abril de 2020

¿ESTO LO PAGAMOS UNIDOS O ENTRE TODOS?


(Primera vez, creo, que no escribo sobre medios de comunicación)

Si en algún momento la máxima de la redistribución de la riqueza tiene sentido es ahora en el que tenemos que parar el virus que está matando a miles de personas en nuestro país. Las medidas de protección social y laboral decretadas por el gobierno, que tienen un impacto económico tremendo, las vamos a pagar entre todos, de nuestro bolsillo. Ya sé que suena obvio, pero es que cuando se reclama justamente la ayuda del gobierno a los más desprotegidos, a los centenares de miles que estarán en los ERTE, a los que perderán su trabajo o a los que no podrán pagar sus alquileres, quienes vamos a apechugar con esa factura somos los ciudadanos de a pié con nuestros impuestos. Y no lo haremos de forma igualitaria, como siempre. Los asalariados, los autónomos y los pequeños empresarios, que no tienen la capacidad de las grandes empresas transnacionales, los fondos de inversión o los  que eluden al fisco en paraísos fiscales, contribuirán en mayor medida a pagar las consecuencias de esta pandemia. 
Esto lo paramos unidos, sí, pero de forma desigual entre todos. Cuando Europa  es incapaz de reaccionar con rapidez de forma solidaria para atajar la crisis económica a la que nos arrastra la sanitaria es porque solo mira hacia los conceptos macroeconómicos, a no perder un paso en la carrera de la competencia y el crecimiento frente al resto del mundo. Lo mismo le pasa al BCE que tiene que mantener a raya la inflación para que el euro sea fuerte frente al dólar. Todo está montado sobre niveles financieros  que hace imposible que se atienda con urgencia el problema a pie de calle. Solo cuando los bancos arrastraban una crisis que les llevaba a la bancarrota tuvimos que dedicar los esfuerzos de todos los ciudadanos para salvarlos y todavía seguimos pagando esa deuda..
El Gobierno impone y administra nuestros impuestos, decide si los invierte en mejor sanidad, en defensa, ciencia o en cultura. Si no le reclama a los que más pueden contribuir y lo hace solo a los asalariados descompensa la balanza de la justicia social, pero si lo que recauda no lo dedica a lo prioritario, como vemos con los recortes que se hicieron en los últimos años en sanidad, estará defraudando a los ciudadanos.
Tenemos que dar gracias por tener un gobierno sensible a lo social, aunque esté limitado en su acción por los escasos recursos y por la falta de apoyo de Europa. Seguro que hará todos los esfuerzos, lo está haciendo ya, para sacarnos lo mejor parados de esta. Cuando oigo las críticas del PP de Casado o el anuncio de las querellas criminales de VOX pienso en cómo estaríamos con ellos al frente de esta crisis sin precedentes, pero me preocupa también que el Gobierno y alguna Comunidad Autónoma abran cuentas de solidaridad para hacer frente al coronavirus, mientras alguna como Madrid anuncia una bajada de impuestos espectacular.
No hay duda de que esto lo vamos a parar y a pagar juntos, pero no tan unidos como se repite insistentemente, para ello  sería necesario que se unieran los que más tienen y menos pagan.


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lunes, 30 de marzo de 2020

EL PAPEL YA NO LO AGUANTA TODO





Esta crisis sanitaria le está dando duro a todos los medios de comunicación pero en especial a los diarios impresos. Las ventas de ejemplares en los kioscos han caído un 40% de media y la publicidad ha desaparecido de sus páginas. Era la puntilla que le faltaba al agonizante sector  de las cabeceras de papel  que han visto descender sus ventas año tras año. 
A algunos les coge en el peor momento: justo cuando habían tomado la decisión de poner muros de pago en sus ediciones digitales para compensar la caída de ingresos han tenido que postergar esa decisión, como es el caso de EL PAÍS.
La mayoría de kioscos siguen abiertos en este estado de “Alerta” decretado por el gobierno, apenas ha cerrado un 15% según la AMI, pero la gente no nos acercamos a ellos si no nos va de paso para comprar el pan o a la farmacia . 
La distribución y venta de la prensa se considera “esencial” por este gobierno, pero no lo es para la mayoría de españoles.
La alternativa a la información impresa era ya  la digital y ahora la tendencia se ha multiplicado exponencialmente. Las audiencias de los medios digitales se disparan como nunca y sin embargo la mayoría no tienen capacidad de monetizarla, más aún cuando la mayoría de anunciantes se han batido en retirada porque desde hoy no pueden  fabricar ni vender sus productos.
Las consecuencias de esta hecatombe para la prensa de papel van a ser terribles. De nuevo lo pagarán los periodistas que perderán sus puestos de trabajo y la información se resentirá en calidad. En muchos grupos de prensa el contagio entre redacciones analógicas y digitales es un hecho, algunas empresas ya las tienen unidas, a menos de un metro de distancia, y la transmisión de las decisiones de ajustes y recortes les afectará por igual. La vacuna del pago por contenidos digitales llegará tarde y con demasiadas victimas en el camino.  La prensa de papel ya tenía patologías graves y está en la UCI , pero la digital puede contaminarse con facilidad .
Me sorprende que cuando se pide ayudas al gobierno para afrontar esta crisis de los periódicos solo se hable de créditos blandos, apoyo de la publicidad institucional y subvenciones, cuando el IVA de los medios digitales sigue siendo el más alto. Con un IVA reducido las suscripciones a los medios digitales aliviarían las cuentas de estos y permitirían que crecieran a un precio más económico para el lector. A veces da la sensación que los editores de prensa se agarran al papel con todas sus fuerzas y no se dan cuenta de que el papel ya no lo aguanta todo.


sábado, 13 de abril de 2019

Retos y perspectivas de la prensa digital en España: cuestión de sostenibilidad.


Retos y perspectivas de la prensa digital en España: cuestión de sostenibilidad.
(Este es un resumen de la conferencia que di en la clausura del IV congreso de Comunicación y Pensamiento en la Universidad de Sevilla).

  Recuerdo que en aquel momento, creo que fue en 2015 cuando estuve en la Universidad de Sevilla por última vez, el diario.es ya adquiría tintes diferenciales en cuanto a su modelo  de negocio en relación a otros medios digitales: Habíamos conseguido seis o siete mil suscriptores a los que llamamos “socios” , que para un periódico digital que estaba abierto a todos era todo un logro. Lo que había detrás de nuestro lema  de “periodismo a pesar de todo” parecía un argumento débil para sostenerse en el tiempo al estar basado solo en la complicidad con el lector que pagaba su cuota como socio.
  Bien, hoy en día tenemos cerca de 35000 suscriptores (socios) y pensamos que todavía nos queda un largo camino por recorrer.
   Hablar de los retos y perspectivas de  la prensa digital en nuestro país y explicarles cuales serán, desde mi punto de vista, los parámetros que la hagan viable y sostenible es hablar del futuro del periodismo y del de los periódicos. Y eso ya son palabras mayores porque la mayoría de los especialistas, gurús de la prensa y editores profetas se han equivocado permanentemente. O sea que tomen lo que les voy a contar con relativa prudencia y apliquen todo el escepticismo necesario para matizar mis afirmaciones. Ahora ya no hay vuelta atrás y me toca hacer de profeta, quizás sea uno más  de los que se equivoque.
Y si no, como muestra, veamos lo estudios de Ross Dawson , australiano formado en Oxford que asesora a corporaciones como Microsoft, News Corporation o a la consultora Ernst and Young y que es uno de los grandes players en digital media de Australia y que en 2010 realizó un sesudo informe que concluía que en 2017 se iniciaba la desaparición de los periódicos de papel en EEUU y que luego le seguirían Islandia, Reino Unido y Canadá y que a España la muerte del papel impreso con noticias le llegaría en 2024. La desaparición total de la prensa escrita la fijaba para 2040, dado que, según él,  en Asia y  en algunas partes de África el fenómeno se retardaría porque la incidencia de los costes de producción de los periódicos y la tecnología digital se expandían con más lentitud.
Bueno, tenemos hasta 2024,  cinco años, según Dawson, para ver como enterramos al último periódico en nuestro país. De momento muchos están malheridos, pero parecen resistirse a morir.
Otro gurú más cercano, Enrique Dans, profesor del Instituto de Empresa, escribió en 2009 en su blog,  y cito literalmente: “Es domingo, ¿has salido a comprar el diario? Pues que sepas que formas parte de una especie en extinción. Los diarios de papel se acaban y ya no es cuestión de treinta años sino de un periodo de un solo dígito”. Estamos en 2019 y han pasado 10 años desde esa afirmación, es decir dos dígitos. Si el profesor Dans o el gurú Ross Dawson han errado ligeramente en sus predicciones, como tantos y tantos otros,  las que yo haga espero que también me las puedan dispensar cuando no se cumplan.
Es una realidad que los grupos de comunicación de nuestro país que editan cabeceras diarias están sufriendo desde hace algo más de diez años caídas espectaculares en sus ventas de ejemplares y de publicidad, hasta el punto de que los periódicos impresos han visto disminuir sus ingresos en su conjunto en más del 60% y han tenido que hacer frente a pérdidas importantes de explotación que les ha llevado a reducir sus costes, sobre todo de personal, mediante regulaciones de empleo y despidos. El esquema del sistema de producción de un periódico apenas ha variado desde hace más de un siglo. Tienen que abastecerse de materias primas costosas como el papel y la tinta, someterse a un proceso industrial de fabricación diaria en viejas rotativas y utilizar canales de distribución a los puntos de venta, cada vez más escasos por el cierre de muchos kioscos, y sufrir un trasiego de papel por las altas devoluciones de ejemplares.
Es cierto que en los últimos años han intentado racionalizar esos costes imprimiendo en rotativas conjuntas, asociándose para la compra de las materias primas y compartiendo los canales de distribución, pero todo ese proceso de adaptación a la realidad de las ventas menguantes se manifiesta insuficiente para volver a la senda de la rentabilidad que tuvieron hasta 2007 aproximadamente.
 En esta dura reconversión quienes más han sufrido han sido los periodistas, que han visto diezmados sus puestos de trabajo y han soportado las condiciones y medios precarios que las empresas ponían a su disposición para ejercer con solvencia el periodismo.
 La calidad de las informaciones se ha resentido de tal manera que la credibilidad de los periodistas, ya de por sí hace tiempo en entredicho por los lectores,  ha descendido hasta cuotas que son equiparables a la de los políticos según la mayoría de encuestas.
La falta de medios para contrastar las informaciones con más de una fuente, la escasez de recursos humanos en las secciones y la sustitución del periodismo de investigación, más costoso y lento por el más superficial y opinante es un hecho incontestable en muchos diarios españoles.
A ello hay que añadir que los editores tradicionales han sido sustituidos por financieros y que estos, al ver en peligro la cuenta de resultados, no solo han tomado decisiones de recortes de gastos drásticos, sino que también han establecido peligrosas alianzas de supervivencia a corto plazo con el poder económico y político al que han entregado la línea editorial a cambio de publicidad, información interesada y subvenciones gubernamentales.
   Como relata David Jiménez , ex director del diario EL Mundo en su libro “el director”, cuando el accedió a su cargo proveniente del reporterismo en Afganistán, Cachemira y Timor, cubriendo terremotos y revoluciones se encontró con que "El poder económico protegía al poder político. El poder político protegía al poder económico y la prensa protegía al poder económico”
Los acuerdos con el IBEX 35 que establecía su empresa le resultaron más peligrosos, según dice, que estar perseguido por los talibanes en Afganistán.
  En fin, no me voy a detener en ello, pero es importante conocer dónde estamos y de dónde venimos para saber hacia dónde vamos los medios de comunicación.
Las empresas periodísticas están en la encrucijada de intentar compensar la caída de  los ingresos por ventas de ejemplares y publicidad por los de  los contenidos de sus ediciones digitales.
En ese proceso todavía no se ha conseguido asomar la cabeza y encontrar la rentabilidad.  Como dice Jeff Jarvis, en la empresa periodística tradicional se está intentando apagar el fuego de una casa de papel que se quema por momentos, mientras al lado se  quiere construir una nueva digital que hace especialmente difícil la tarea de los editores
  El problema añadido es que la casa nueva se está construyendo sin planos ni cálculos de resistencia de los materiales que permitan garantizar su solidez.  Por que lo que está claro es que la convergencia tecnológica seguirá determinando el consumo futuro de los medios de comunicación en España.  Los medios over the top  (OTT) adquirirán un crecimiento mayor que el de los que corren sobre las plataformas de los operadores. El duopolio de la televisión por ondas en España tenderá a reducirse y la prensa diaria seguirá descendiendo tanto en venta de ejemplares como en publicidad .
  No habrá una diferencia sustancial entre los medios audiovisuales y escritos. Un reportaje periodístico ya contiene video, audio y texto  corriendo sobre un soporte digital.
 Lo mismo que se han sustituido prácticamente los sms por los whatsaps, el crecimiento en el sector de la comunicación y el entretenimiento vendrá de la mano de Los Netflix, Amazón Prime, Spotify, la televisión a la carta, el video bajo demanda, los podcast y la radio por Internet en general.
  Otro fenómeno propio de nuestro país es que se acostumbró a los lectores a no pagar por los contenidos digitales y ahora hay que convencerles de que si no pagan por ellos no se puede ofrecer una información de calidad.
A este cambio de paradigma se le suele llamar “el nuevo modelo de negocio” de los periódicos.  Un modelo que en España se andan buscando los editores con cierto temor y desconfianza. La mayoría de ediciones digitales de las empresas periodísticas convencionales no son rentables si tienen que vivir exclusivamente de la publicidad a pesar de que ésta parece que seguirá creciendo mientras la del papel seguirá disminuyendo  a razón de un 5% anual en los próximos 5 años.
Lo que se ha denominado la tormenta perfecta de los medios impresos tiene que ver mucho con la disrupción que ha ocasionado la tecnología en los hábitos de los lectores. La información se consume desde cualquier lugar, en cualquier momento, en tiempo real y  a través de cualquier dispositivo móvil conectado a la red de internet.
 Conseguir trasladar al lector que ha de pagar por la información periodística que está obteniendo de manera gratuita a través de diferentes medios y de las redes sociales es el reto. El método puede variar con diferentes modelos de suscripción, desde muros de pago más o menos porosos hasta el cierre total de los contenidos. La mayoría de editores españoles tienen puesta la mirada en las fórmulas empleadas por los editores norteamericanos y parecen dispuestos a dar el salto en los próximos meses.  Me extenderé un poco más en ello, pero lo que está claro es que ese modelo solo se puede construir estableciendo complicidades con los lectores.
Para empezar a edificar la nueva casa digital quizás valdría la pena  explorar en algunas de las causas que llevaron a que se incendiara sin remisión la antigua casa analógica de los medios periodísticos.
Y a mí se me ocurre que una de ellas fue la de no escuchar a los lectores cuando  ya se olía el humo del incipiente incendio. Y para colmo hace tan solo 20 años llegaron los buscadores  como Google,  que entraron por la puerta de atrás de los medios de comunicación y les escuchó, no solo sabía cuales eran sus gustos y preferencias sino que les daba los contenidos que necesitaban, también los de los periódicos que se los cedimos sin problema gratuitamente. Google llamó usuarios a  nuestros lectores, les invitó a la fiesta del universo de la información y controló sus gustos y preferencias en cualquier lugar del mundo donde se encontraran. Resultado de ello es que se llevó, la mayor parte del pastel publicitario que tenían los medios.
  Luego le siguieron las redes sociales, Facebook y Twitter, que también basaron su negocio en escucharnos hasta límites, que como hemos visto últimamente vulneran nuestra intimidad hasta el punto que saben y recuerdan más de nosotros que nosotros mismos.
  Es cierto que esto se produce porque volcamos nuestra vida en las redes con excesiva ligereza. Pero más allá del buen uso de las redes sociales y del papel de manipulación que están jugando en manos de políticos, empresas de relaciones públicas y lobbies interesados, que daría para otra charla como esta, también han jugado un papel en la intermediación de la información con el ciudadano que antes era exclusiva de los periódicos y otros medios de comunicación.
  Ahora el papel de intermediar entre el ciudadano y la noticia ya no es tarea solo de los diarios. Tenemos un competidor en las redes sociales y en la mensajería como whatsap que se está convirtiendo en una fuente informativa principal de nuestros lectores del pasado.
En el año 2002, con ocasión de asumir yo la presidencia de la Asociación de editores españoles, hubo un debate en el transcurso de un almuerzo en el que Jesús de Polanco y Juan Luis Cebrián de El País y Alfonso de Salas, entonces presidente de la editora del diario El Mundo, discutieron sobre si se debía dejar de dar gratuitamente a los lectores los contenidos de sus diarios en la red como venían haciendo desde hacía cuatro años. En ese debate Polanco, editor de PRISA, dijo que seguir regalando la información era un error, que a él le costaba mucho dinero tener corresponsales en todo el mundo y contratar  a los mejores columnistas y periodistas de investigación para luego colgarla en el diario digital sin obtener ningún ingreso a cambio. Polanco quería llegar a un acuerdo para que, de alguna manera pactada,  cerráramos los contenidos digitales mediante alguna formula de suscripción. Por el contrario Alfonso de Salas  esgrimió que él seguiría ofreciendo gratuitamente los contenidos a los lectores porque la audiencia iba creciendo y acabaría monetizándola con los ingresos por publicidad.
De aquel desacuerdo vino la decisión de Polanco de cerrar en solitario sus contenidos solo para suscriptores durante unos meses hasta que vio como su competidor, El Mundo, le pasaba en audiencia y volvió a dejar en abierto la cabecera digital de El País.
Aquello fue un error de cálculo por ambas partes. Un pan para aquel ayer y un hambre para el día de hoy. Las ediciones digitales no son rentables y la publicidad no es suficiente sostén para ellas. Entre otras cosas porque a los diarios apenas les llega un pequeño porcentaje de los anuncios que van a los buscadores y a las redes sociales.
  Hoy en día ya no le cabe duda a ningún editor español que su diario digital tiene que contemplar alguna fórmula de pago por parte del lector, pero como he dicho, después de acostumbrarnos a la gratuidad les resulta complejo ensayar el cobro por la información en un mundo en el que ya no tienen la exclusiva de la intermediación entre la noticia y el lector.
Así que si analizaran que una de las razones por las que se les incendió su antigua casa fue porque fueron engreídos y no escucharon a los lectores mejor les iría para construir el modelo de pago que ahora reclaman necesariamente.
¿Y eso cómo se hace? Se preguntarán. ¿Cómo los diarios digitales en nuestro país pueden llegar a ser sostenibles a medio plazo? Advertidos como lo están de que puedo errar, como lo han hecho gurús y asesores más solventes que yo, les voy a dar la fórmula que nosotros estamos aplicando en eldiario.es . No significa que este sea el modelo codiciado por todos y que todo el mundo busca implementar sin equivocarse. Tampoco que sea la opción definitiva y mucho menos exclusiva, pero sí que creo que es la que vale para hoy en día y para el corto plazo. El futuro de los medios digitales y de Internet es algo que está tan por descubrir, que lo único razonable que tenemos que hacer es comprar el tiempo suficiente para reinventar el periodismo antes de que se produzca otro incendio, pero esta vez en la nueva casa digital que estamos construyendo.
Lo primero de todo que tendríamos que hacer es renunciar a la carrera de la audiencia por la audiencia. Los clicks fáciles y de contenidos livianos, amarillistas o sensacionalistas no conducen a medio plazo a la consecución de más ingresos. Como tampoco la agregación de contenidos de otros sites que aportan descargas y audiencias que no tienen que ver con el periodismo que queremos construir.
Ser conscientes de que lo que importa es el valor de la audiencia y no el volumen de ésta es la primera línea de salida para los medios digitales del futuro. Si entendemos esto empezaremos a comprender que los medios digitales españoles deben ser construidos como un servicio y no como un producto.
Lo segundo es aprender a escuchar al lector para crear comunidades de intereses. La tecnología nos aporta ya suficiente información  para hacer un seguimiento de la navegación de nuestros lectores. Podemos mapear esta navegación, conocer en qué informaciones se detienen y cuánto tiempo lo hacen en cada una de ellas, en qué reportajes periodísticos se vierten más comentarios y si estos son negativos, positivos o neutrales.
Tenemos herramientas para saber a través de las news letters que enviamos a los usuarios que se registran qué consumo hacen de cada una de las noticias y con qué cadencia consultan nuestro medio. El big data se convierte en la base esencial para el conocimiento de nuestro lector y de sus intereses, solo a través de la información que nos dan nuestros lectores seremos capaces de atraerles a que se suscriban a nuestro medio.
Se suele decir que los medios digitales tienen pocas barreras de entrada. En el símil de la casa en llamas y de la nueva que estamos construyendo, se diría que esta última es menos costosa y requiere de materiales mucho más económicos que el papel, la tinta y las furgonetas para la distribución, pero no nos equivoquemos las instalaciones eléctricas y de fontanería de la nueva casa digital  son muy costosas y requieren gran esfuerzo especial talento en su manejo.
En la casa digital, los departamento de datos, programación, marketing y socios son los que más recursos consumirán y los que más medios técnicos externos precisan. Además estas instalaciones de la nueva casa requieren de actualizaciones permanentes si se quiere estar al día y cumplir con las necesidades de nuestra comunidad.
Este año en el diario.es hemos desarrollado con ayuda de Google la plataforma BrainHud para gestionar óptimamente los cerca de 35.000 socios que tenemos.  Nuestro departamento de marketing ha crecido, convirtiéndose en un puntal imprescindible en el diario.  La estrategia del producto con una visión 360 grados en redacción, diseño y relación con los socios y lectores es nuestra prioridad, en la que estamos trabajando continuamente.
¿Qué deberían hacer los diarios digitales con esta información?
Evidentemente no solo adecuar sus contenidos a las necesidades de la comunidad que están construyendo, sino buscar la complicidad de esas comunidades para que nos ayuden a sufragar los costes del periodismo.
Y en este camino se van a ensayar muchas formulas.  Hay diarios en otros países que ya han implementado muros de pago, porosos y flexibles en función del número de noticias leídas o del tiempo de permanencia en la web del diario.
Intentar esa transacción con el lector supone conocer por qué está dispuesto a pagar, más allá de la conexión emocional y la reacción inmediata a algunas exclusivas.
 Pero baste decir que si no hay pago por los contenidos, si la gente no pagamos por la información otros pagarán por nosotros y entonces no estará garantizada la independencia del medio. Si los medios digitales españoles han de vivir de las subvenciones de las instituciones, del Ibex 35 y de los anunciantes, la información que nos llegará estará contaminada por los intereses del poder económico y político y el medio perderá credibilidad ante el lector que acabará por abandonarlo.  O construimos una relación de confianza con el lector o el periodismo será solo una quimera.
Pero para que el lector acabe pagando también  necesitamos invertir en más y mejor periodismo. No vale cobrar por contenidos que nada aportan o que se pueden obtener a través de otros canales.  Nosotros pensamos que otros medios como la televisión o twitter ya contarán lo que acaba de suceder, la inmediatez de la noticia es menos relevante que la calidad de una información bien elaborada.
Es mucho mejor especializarse en los contenidos periodísticos, tratando de elevar la calidad y exclusividad de la información periodística por encima de la generalidad y la cantidad. No es necesario tener todas las secciones de un diario convencional, desde deportes a economía pasando por sucesos y política nacional e internacional.  Es mejor primar la información de calidad y en cierta medida exclusiva sobre algunos temas políticos, culturales o sociales y aliarse  por ejemplo, como eldiario.es, con The Guardian para seleccionar la mejor información internacional.
  El mayor número de socios los hicimos con el Caso Cifuentes. Cuando nuestros periodistas ahondaron en el fraude de los masters de la Universidad Juna Carlos I, fue un tema exclusivo. Ningún medio nos siguió los primeros días en que publicamos que la presidenta de la comunidad de Madrid había cursado de manera irregular sus estudios de Master y ni siquiera había realizado su trabajo final de carrera. Muchos medios tenían que elegir entre poner en peligro la publicidad y las subvenciones que recibían de la Comunidad o seguir la información que habíamos levantado en exclusiva. Nos dejaron varios días solos con nuestra información, nos miraban como osados periodistas que se equivocaban ante los contundentes desmentidos que daba Cristina Cifuentes en la Asamblea  Madrileña y a través de sus redes sociales. Algunos inicialmente llegaron a poner negro sobre blanco las dudas sobre la impecable investigación que había abierto eldiario.es.   Cifuentes se querelló contra nuestro director y contra la periodista que descubrió el fraude de los masters.  Querella criminal que aún sigue viva a pesar de que se demostró la veracidad de las informaciones.  La llamada a los lectores para que nos apoyaran fue decisiva. Muchos entendieron que la única manera de mantener nuestra independencia y publicar la verdad cueste lo que cueste era hacerse socio de eldiario.es.
Cada vez que hemos tenido un conflicto con el poder hemos tenido el apoyo del lector, desde la publicación de las tarjetas black y la amenaza de demanda del presidente de Caja Madrid, hasta que publicamos los negocios del presidente de PRISA en paraísos fiscales y ordenó el despido de nuestro director Ignacio Escolar en la cadena SER donde colaboraba.
El lector quiere que publiquemos la verdad cueste lo que cueste y es consciente de que si un medio está dispuesto a hacerlo lo apoyará económicamente. De esa manera se construye la relación de confianza de la que hablaba antes.
El modelo de pago se sostiene en la fidelidad del lector a los contenidos, en la implicación como socio para que podamos hacer un periodismo independiente y de calidad. El ideal es que los lectores –socios acaben siendo el principal ingreso de la compañía y que la publicidad sea secundaria.
Pero la construcción de esa confianza es costosa para los medios digitales, es costosa y está llena de obstáculos que hay que sortear.  Hay que repensar el periodismo de arriba abajo, todo el tiempo, todas las funciones de los periodistas tienen que revisarse. En la era digital los medios de comunicación tienen que operar como una empresa de servicios y no como una fábrica  de productos . Los periodistas se tienen que organizar en equipos capacitados multifuncionales en torno a las comunidades a las que sirven en lugar de en silos de producción o departamentos estancos. Tienen que colaborar y entender las innovaciones tecnológicas y servirse de ellas.
 Los nativos digitales como el nuestro se basan en la flexibilidad de la redacción que permite que periodistas de diferentes secciones trabajen en un mismo tema cuando el asunto lo requiere, frente al excesivo encorsetamiento que se produce en los diarios convencionales. Si no hay un cambio de actitud por parte de los editores de papel y los periodistas esta tarea resultará imposible.
La redacción de eldiario.es es mayoritariamente nativa digital y con un buen conocimiento en el uso de las redes sociales. La utilización de las redes y de la tecnología digital es fundamental para divulgar los contenidos del diario, pero no las utilizamos para comprar tráfico como suelen hacer otros medios digitales que engordan artificialmente el número de usuarios. Ya he dicho que la audiencia es importante, pero no garantiza la rentabilidad del medio a largo plazo. Cuando dejas de invertir en las redes vuelves a la posición que te corresponde.
 Bien, ya hemos hablado de lo importante que es generar una relación de empatía con el lector para construir una comunidad y poder obtener ingresos de ella para seguir haciendo periodismo. He comentado algunas fórmulas que la tecnología nos ofrece para seguir los intereses de esa comunidad y he hablado brevemente de cómo debe organizarse un medio digital para ello, pero hay algo que no por repetido es menos relevante. La independencia del medio la dan sus suscriptores, pero también es importante que el medio sea rentable y que sus accionistas estén al servicio del periodismo y no de otros intereses escondidos.
En nuestro caso, los accionistas somos profesionales de los medios de comunicación y los propios periodistas. No debemos nada a los bancos, no tenemos deudas ni otros intereses que no sean contar las noticias que consideramos relevantes, pero esta no es la situación de la mayoría de los medios en España. Las hipotecas de la casa en llamas son muchas y la debilidad del forjado en la construcción de la nueva casa digital es muy importante. Nosotros mismos, a pesar de tener 35000 socios, éstos solo representan el 30% de nuestros ingresos, el resto sigue siendo la publicidad. Es cierto que ningún anunciante representa una mínima cantidad de lo que aportan nuestros socios-suscriptores y que no dejaríamos de publicar ninguna información relevante que afectará a uno de estos anunciantes. De hecho lo hemos venido haciendo sin problemas y creemos que si alguno de ellos, molestos por lo que publicamos, retiraran su publicidad de eldiario.es , la cubriríamos con creces por nuevos socios o por el aumento de cuota de nuestros antiguos socios.  Pero, repito, no es lo que sucede en la mayoría de diarios digitales en nuestro país en la que los acuerdos publicitarios con el IBEX o la publicidad institucional son las principales partidas de ingresos que los sostienen.
Creemos que a medio plazo los medios digitales tienen que ser sostenidos por los ingresos de sus suscriptores y no por la publicidad , que además seguirá yendo mayoritariamente a los buscadores y redes sociales.
Otro aspecto relevante es la calidad de la información a la que debemos aspirar los diarios digitales. Sabemos que en la red de Internet se vierten infinidad de noticias falsas (las llamadas fake news) en sus diferentes variantes y que la tecnología digital permite con cierta facilidad que ese fenómeno se incremente.
Hace poco el diario ARA en Catalunya recogió un dossier sobre ello.  Una de las noticias que se hizo viral fue un video de Obama en el que decía que el presidente Trump era un imbécil total. Era la cara de Obama, el cuerpo de Obama, los gestos de Obama y la voz de Obama ,pero no era más que un deepfake, un video manipulado elaborado por un actor y cineasta y distribuido con la colaboración de BuzzFeed . A partir de una grabación real que a través de una inteligencia artificial había inventado la opinión de Obama.  Lo habían hecho para demostrar cómo de manipulable es la información . Las noticias falsas es un fenómeno de siempre. Ya nos lo demostró Orson Welles hace 80 años con su famoso programa radiofónico en el que los marcianos invadían EEUU. La famosa guerra de los Mundos. Cada vez que miramos un whatsap en  nuestro teléfono móvil tendemos a olvidar que podemos encontrar ficciones parecidas a la de Wells y muchas veces las reenviamos a nuestros grupos con la ligereza de no saber si lo que estamos reproduciendo es un bulo, o lo que es peor una mentira interesada por parte de alguien.
  Hemos descubierto como Donald Trump utilizó los datos de Facebook para su campaña electoral con ayuda de una empresa de inteligencia artificial escudriñando en los intereses y perfiles de millones de usuarios para hacerles llegar diferentes mensajes y fake news que corrieron como la pólvora, o como el partido de la extrema derecha de Bolsonaro en Brasil  se hizo con millones de números de whatsap para difundir noticias falsas y convencer a sus posibles electores, o sin ir tan lejos como Vox basa su campaña en la mensajería instantánea y renuncia aparentemente a los medios de comunicación.
Ante esta situación el periodismo cobra el sentido de contrastar las fuentes y denunciar las noticias falsas. Es un arma de protección para el ciudadano que está sometido al engaño, pero ¿por qué nos hemos de fiar del medio periodístico cuando algunos digitales viven de fabricar información falsa? Y si no veamos recientes casos como el de algún digital que, con su confabulación con la policía política del gobierno de Rajoy, fabricó informaciones para derribar a Podemos y a sus líderes y el medio actuó como altavoz de las mismas.
No es fácil en este mundo digital dominado por las redes sociales, la mensajería instantánea, las fastnews y las fake news , decirle a tu lector que lo que le cuentas es la verdad contrastada.  Toca invertir y mucho en ganar credibilidad para que el periodismo digital en nuestro país sea sostenido por sus lectores y en ello tiene que ponerse todo el empeño y recursos de lo contrario, como alertaba Graham Greene, los medios de comunicación acabarán como el periodismo.
Nosotros hemos optado por la transparencia de nuestras cuentas, que publicamos semestralmente. Contándole al lector cuántos somos, que salarios cobran los periodistas y dónde invertimos los ingresos que obtenemos. Entendemos que se lo debemos a nuestros socios como justa contraprestación por el esfuerzo que hacen en apoyarnos económicamente, pero también disponemos de medios como “el rastreador” , “el caza bulos” o la alianza que tenemos con la gente de Maldita Hemeroteca especializada en desmentir fakenews en la sección de Desalambre que habla de derechos humanos y migración.
  Otro aspecto que considero relevante es el de la proximidad de la noticia. Nosotros hemos apostado por las noticias locales desde un principio. Tenemos redacciones en todas la comunidades autónomas, exceptuando Baleares, Asturias y La Rioja, porque no hemos encontrado todavía la fórmula adecuada.
El contenido local es una ventaja y no un inconveniente. La información local se ha descolgado de los diarios nacionales, se han cerrado ediciones o se han reducido al mínimo y me parece un error que forma parte de las medidas de los financieros-editores que tomaron la gestión con la crisis y vieron una medida fácil de recorte de gastos en ello. Los nativos digitales como el nuestro hemos hecho una apuesta abriendo ediciones y no nos ha ido mal. Creemos que la apuesta local debería ser un elemento a considerar a futuro por la mayoría de digitales como medida de consolidación en el terreno.
La buena información, las entrevistas a expertos, la fiscalización del poder y la reivindicación de derechos, sean los usuarios de banca o de las eléctricas requiere de medios de comunicación fuertes. Los medios para ser fuertes deben ser solventes. A más deuda le corresponde menos información. Este es el gran problema de los medios en España.
 Si vives de la subvención, de la publicidad de las grandes empresas o tienes deudas con los bancos, tu información nunca podrá ser todo lo libre que quisieras. Por eso es importante también que los lectores sepan que si quieren medios libres tienen que pagar para tenerlos.
La profecía que me gustaría que se cumpliera es que en el futuro haya más y mejor periodismo, seguramente sea a través de otros dispositivos que aún no conocemos, Ya sabemos que a través de la tecnología 5G, a partir del próximo año , las noticias correrán a una velocidad infinitamente más supersónica que la de la actual red de Internet y con una calidad de alta definición espectacular. La conectividad se generalizará y seguramente con esta quinta generación de tecnología todos perderemos algo más de intimidad y lo que es peor algunos puestos de trabajo se automatizarán y robotizarán y también se perderán. La crisis llegará por el crecimiento de la tecnología, como de alguna manera ha sido siempre, también en los medios de comunicación, pero el periodismo será más necesario que nunca para defendernos de los poderosos, para dar voz a aquellos que no la tienen, para combatir la desinformación y las falsas noticias.  Tenemos que adaptarnos a todo ello desde ahora, tenemos que comprar el tiempo para hacer los deberes necesarios para cuando lleguen esos cambios, pero siempre pensando que no somos una fábrica, que ofrecemos un servicio público tan necesario como esencial para sentirnos libres. Ese proceso no se llevará a cabo sin la ayuda de los lectores.  Ellos son nuestra única razón de ser.

Sevilla 12 de abril de 2019